lunes, 27 de enero de 2014

La Gran Estafa Americana

2013, Estados Unidos.
David O. Russell. 


Thriller político ambientado en los años 70 sobre un agente del FBI que investiga un caso en el que aparecen implicados algunos miembros del Congreso. El brillante estafador Irving Rosenfeld  y su socia y amante, la seductora Sydney Prosser tienen que trabajar para el impetuoso agente del FBI Richie DiMaso, que los obliga a infiltrarse en el peligroso mundo de los corredores de bolsa de Jersey.

La Gran Estafa Americana es un cordero con piel de lobo. Al visualizar los primeros minutos donde se presenta la trama principal, se puede deducir que se trata de una película más de acción americana. Cierto es que la estructura es similar a cualquier film del género con un final deducible en lineas generales, no obstante La Gran Estafa sorprende satisfactoriamente en su desarrollo con un estilo poco convencional en Hollywood. 


Los distintos planos detallistas así como los constantes movimientos de cámara entran en juego siendo un elemento esencial que dramatiza y realza aquello que vemos a simple vista. Las escenas, aun teniendo una total coherencia entre sí, parecen pequeñas historias con un principio, un desarrollo y un final, aportando así una información imprescindible a cada minuto que pasa. Nada sobra y nada falta, todo está perfectamente pensado para justificar el modo de operar de los protagonistas.

Se otorga una gran importancia al contexto sociocultural de cada uno de los personajes consiguiendo momentos de extremo realismo dramático. El increíble elenco de La Gran Estafa encarna personajes algo excéntricos en ocasiones pero con carisma y gancho. Las actuaciones son impecables igual que un guión estudiado al detalle que contiene unos diálogos divertidos, dinámicos, frescos y desgarradores. Tras varios minutos uno se da cuenta que no es tan importante el qué, sino el cómo se narra cada suceso y los sentimientos tan dispares que pululan en el ambiente. 

Y tras un estilo más digno del cine de autor, La Gran Estafa retorna a un final americano para completar este envoltorio engañoso que mancilla de cierto modo lo que podría ser un obra de arte. 

Altamente recomendable para toda clase de público con ganas de dejarse sorprender.

Alba Guillén.

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