2013, Estados Unidos.

Los Weston viven en una gran mansión en las afueras de Pawhuska, en Oklahoma. La desaparición del padre y al enfermedad y transtorno de la madre hace que la familia se reúna y que todas sus miserias salgan a la luz. Adaptación al cine de la obra de teatro del mismo título, ganadora del Premio Pulitzer en 2008.
Culebrón de culto inspirado en las millones de historias de enredos familiares que se remontan a siglos pasados en las mejores obras literarias. Si bien es cierto que se trata de un género que siempre ha funcionado e interesado, hacía tiempo también que no se veía en pantalla una representación tan magistralmente clásica.
Un detonante potente es suficiente para reunir a una familia claramente desestructurada. El tiempo provoca que se despierten los secretos más oscuros de cada uno de los miembros y sea más evidente la fragilidad de los lazos que los une. El diálogo manda, la casa es el único escenario donde se desenvuelve la trama y es testigo así mismo de los oscuros secretos y la falsedad que reina. Meryl Srteep, en su papel de matriarca, lleva el peso dramático hasta el límite. Su perfil psicológico es tan interesante como real. Su actuación brilla una vez más y consigue transmitir todo un huracán de sentimientos tanto a los demás personajes como a un espectador que se adentra en la historia y se siente parte de ella. Bajo todo pronóstico, se nos muestra a una muy notable Julia Roberts que protagoniza un papel imprescindible en el entramado. La relación amor-odio entre madre e hija provoca varios puntos fuertes del film sin pretensiones forzadas y sin más ayuda que el retrato de una trágica realidad.
Película de autor altamente recomendable para aquellos que busquen la magia que reside en todo lo que puede expresar una palabra y en todo lo que puede esconder al mismo tiempo.
Alba Guillén.
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