martes, 21 de enero de 2014

El Lobo de Wall Street.

2013, Estados Unidos.
Martin Scorsese.

Un corredor de bolsa de Nueva York se niega a cooperar en un caso importante de fraude de valores en el que están implicados Wall Street, las grandes corporaciones bancarias y la mafia. Basada en la autobiografía de Jordan Belfort.

El Lobo... representa la película más alocada y rebelde de Scorsese que una vez más nos muestra la corrupción en América, esta vez a través de los corredores de bolsa de Wall Street. Las tres horas de film son pura energía gracias a un Leonardo DiCaprio que parece salirse de la pantalla para revolucionar al mundo y a un sin fin de imágenes cañeras implantadas con un montaje ágil y audaz. Y drogas y sexo, drogas y sexo y otra vez sexo...


Enfoque gamberro y cómico de principio a fin acompañado de unos ingeniosos diálogos que no dejan lugar al aburrimiento. No obstante El Lobo llega a un punto del que parece no salir y la sucesión de acontecimientos posteriores caminan en círculo asomando momentos repetitivos una y otra vez con una dudosa sospecha acerca del avance de la trama. 

Y drogas y sexo, y más sexo por partida doble.

Seguramente para el público aficionado a la comedia alocada la película vaya en crescendo y siga disfrutando de la suma de escenas y minutos que ofrece El Lobo con su singular fuerza y atractivo. No obstante los que busquen más allá y quieran ver avanzar la historia del hombre que puso patas arriba a Wall Street creerán que sobran bastante minutos en los cuales la trama principal se convierte en pequeñas anécdotas de un grupo de borrachuzos sin escrúpulos. Y drogas y sexo y más sexo mientras no falte la droga.

Leonardo DiCapro acompaña constantemente al espectador con una narración en voz en off y con momentos en los que cuenta mirando directamente a cámara, recurso que hoy en día sigue funcionando para dar énfasis y ritmo a las imágenes. El encanto de la historia reside en los altibajos del protagonista que desborda con su brillante y paranoica actuación y que logra absorber todo su alrededor para acabar siendo el único punto de mira. Y tras una extraña sensación a resaca, la película desemboca en un desenlace menos cómico y más humano que resulta ser más notable que todo visto en las dos horas y media anteriores.


Alba Guillén.

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