2013, Estados Unidos.
Kimberly Peirce.
Carrie White, una adolescente a la que sus compañeros humillan constantemente, posee poderes psíquicos que se manifiestan cuando se siente dominada por la ira. El día del baile de graduación la situación llega a ser insoportable.
Partiendo de la base de que los remakes son una abominación y pérdida de tiempo, Carrie resulta sorprendentemente notable pero innecesaria.
¿Que necesidad hay de tocar un gran clásico del terror? Este remake puede llegar a gustar a las nuevas generaciones que opinan que el cine clásico es un "rollazo" y descubran ahora lo que es capaz de hacer una adolescente con poderes telequinéticos y un poco de sangre de cerdo. No obstante, nadie que haya visto la original podrá entusiasmarse con esta nueva adaptación.
Carrie es respetuosa con con la original y lo único que altera es el tiempo (ahora vemos un instituto y un ambiente más contemporáneo) y exterioriza y realza la humanidad de la joven. En la película original observamos a una adolescente aterrorizada por sus compañeros y su madre. Carrie es inocente y vulnerable, y cuando siente que el universo ha conspirado para reírse de ella una vez más, no duda en aniquilar a quien sea. Pese a todo, el espectador ve a Carrie como víctima en todo momento, ya que durante la hora previa ha sufrido un infierno junto a ella. En esta nueva entrega, han tenido la imperiosa necesidad de mostrar que Carrie es buena persona alterando sus decisiones y creando menos muerte de la debida al igual que se nos hace gala de su arrepentimiento posterior. Estas pequeñas variaciones más que favorecer al personaje le dan un toque de personaje cliché.
Otro aspecto negativo ha sido la elección de la protagonista y querer adornar la sencillez que nos muestra la primera película. En la famosa escena final, la protagonista original bañada de sangre consigue poner los pelos de punta con tan solo poner cara seria y mantener la mirada fija. Sin embargo, han decidido seleccionar a la dulce y guapa Chloë Grace Moretz que necesita poner caras excesivamente extrañas (y en ocasiones orgásmicas) para que de un poquito de "miedo". Por otra parte, encontramos a una escalofriante y perturbada Julianne Moore que interpreta muy bien su papel y protagoniza las escenas más angustiosas del film.
No es una película obligada, como ningún remake, pero vale a pena ver este clásico adaptado a nuestros tiempos que aterroriza y conmueve a la vez. Bajo todo pronóstico, han sabido hacer de esta obra algo digno de ser visto de nuevo.
Alba Guillén.
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