martes, 12 de noviembre de 2013

La decadencia de un género.

Hubo un tiempo en el que la comedia americana era fresca, rápida, incluso divertida. Qué tiempos, ¿verdad? ¿Recordáis la sensación de sentarse en el sofá, poner un capítulo nuevo de Seinfeld o de Friends y no levantarte ni cuando se marchaba a publicidad por si acaso volvía pronto? 

Esos tiempos en los que Homer Simpson era gracioso y no una simple caricatura de sí mismo, o cuando GOB, de Arrested Development, eclipsaba un capítulo con un simple running gag.

Puede ser por la morriña, pero yo cambiaría toda la novena temporada de How I met your mother por un capítulo nuevo de The Fresh Prince of Bel-Air, y ni que decir tiene que Two and a half men la cambiaría por un programa cualquiera. 

Porque aún no entiendo cómo una serie tan mediocre puede llegar a una undécima temporada. En serio, CBS, ¿en qué coño piensas? ¿En qué mundo vives en el que crees que el personaje de Alan es gracioso? Y lo más importante, ¿qué siente el señor Chuck Lorre, creador de la serie, viendo que se le han marchado dos de sus tres actores principales, los que mantenían un poco de nivel al show?

Y claro, las audiencias son las que mandan. Si al público le gusta (porque si sigue viéndolo por algo será), como diría Freddie Mercury, The show must go on. Pero, ¿merece la pena seguir viendo una serie como How I met your mother, que en su novena temporada no es capaz de sacarte ni una sola sonrisa? ¿O The Big Bang theory, que los personajes han cambiado tanto que son un atisbo de lo que un día fueron? Porque si un personaje en sitcom cambia, al menos que sea para bien, como los personajes de Arrested Development, pero ¿de qué nos sirve que Raj, en The Big Bang theory, pueda hablar con las mujeres estando sobrio? 

Menos mal que al menos nos queda Parks and Recreation, aunque con los ajustes de personal que están haciendo, la convertirán en otra basura más, tal y como hicieron el año pasado con Community.
Pero creo que tal vez vaya siendo hora de dar una vuelta de tuerca a las sitcoms y olvidarnos del típico grupo de treintañeros que se reúne en un bar para contarse sus penas. Llevamos con la misma historia casi medio siglo, puede que el momento de actualizarnos haya llegado.

Francisco M. Pérez

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