miércoles, 19 de marzo de 2014

NYMPHOMANIAC Vol I y II por Alex P Lascort

2013, Dinamarca.
Lars Von Trier.

Es una obviedad: Von Trier gustará más o menos pero no deja indiferente a nadie. El problema radica en que es lo que genera estos sentimientos tan encontrados. ¿Von Trier cineasta? ¿Von Trier personaje? Y después de contestar (o no) a estas preguntas se impone una reflexión, otra duda quizás másimportante, ¿Y el cine de Von Trier?



Pues hubo un tiempo, el del Dogma 95, donde Von Trier seguía siendo un personaje, digámosle peculiar, pero que con su propuesta cinematográfica provocaba “cosas”. Sí, sabíamos que Von Trier estaba detrás de la cámara, pero era el fotograma el que generaba la gama de sensaciones a gusto del consumidor. Amor, odio, asco, admiración y porque no decirlo, a veces vergüenza ajena. Todo ello de la pantalla a nuestra retina, sin mediaciones publicitarias. Solo juzgable y analizable cine en estado puro.


Precisamente es por eso que Nymphomaniac (sin volúmenes, ya que su partición más parece obedecer a criterios comerciales, o aún peor a un pacatismo de la peor estofa) resulta un film completamente admirable en cuanto a su concepción, con un desarrollo bien orquestrado y trufado de recursos que demuestran que quien dirige sabe perfectamente a donde va. El problema surge precisamente de la minuciosa planificación y bombardeo mediático al que se nos sometió en la previa de la película. Promesa de sexo explícito bordeando lo pornográfico, videos virales, posters promocionales, e incluso, dada la temática del film, la posible provocación que suponía estrenarla en una fecha como Navidad. En definitiva, mucho ruido generado y luego?

Pues las nueces resultantes no son muchas ni pocas. Cierto es que no podemos catalogar a Nymphomaniac como película familiar, pero sus extremos son por decirlo de alguna manera poco provocativos por su obviedad. Primeros planos genitales, falos considerables en erección y la descripción de diversas prácticas sexuales que van en un work in progress desde la iniciación de la protagonista hacía los abismos de lo (presuntamente) aberrante no consiguen despertar más que una ligera irritación, más por lo grosero de su fácil utilización que por su uso instrumental en la trama.



Porque de alguna manera, haciendo un ejercicio de abstracción, Nymphomaniac podría funcionar igualmente dejando el sexo fuera de campo. No, no se trata de vergüenza, se trata del uso inteligente del recurso. Tomemos como ejemplo el Funny Games de Haneke, un durísimo tratado sobre la violencia, su gratuidad tanto en la sociedad como en el medio, que tiene como gran virtud irónica dejarla fuera de campo y generar el debate, más por lo que creemos ver, que por lo que realmente vemos. Von Trier en cambio opta por lo explícito a granel y trata de crear la discusión mediante la confrontación del deseo en el cuerpo de Joe frente a la frialdad intelectualidad de Seligman. Un intento que fracasa al no encontrar nunca el punto de síntesis, entre los grotescos ejemplos de mezquindad sexualizada y interpretación intelectualizada de los hechos que, lejos de resultar interesante, casi mueve a la risa o a la desesperación ante tamaño despropósito de referencias pedantes cogidas por los pelos. 

Sí, no podemos negar que Nymphomaniac es la obra de un buen (¿gran?) cineasta, pero también el claro ejemplo de como arruinar una película mediante sobreplanificación. Sí, esta es una película que, por desgracia, no ofrece sorpresas, ni momentos gratificantes, aunque sea a costa del sufrimiento que pudiera generar. Su golpes de efecto no son tales por esperados y evidentes y lo peor, no es capaz de plantear salidas alternativas a su desarrollo o desenlace. 
Sabemos cómo, cuándo y qué desde el minuto uno; sabemos como va a acabar todo y a pesar de ello decepciona igualmente, no tanto por el hecho en sí (ojo a las interpretaciones antisemitas que de ello se pudieran derivar) sino por la incapacidad de tejer alternativas o incluso de dejar la incognita en el aire. 



Nymphomaniac, da la sensación de ser un película prisionera de su aura y de su autobombomotivo que hace que no sintamos ni tan siquiera la decepción que puede generar un film fallido, entre otras cosas porque no lo es. Nymphomaniac es exactamente lo que prometía y es precisamente su ausencia de sorpresas lo que la hace absolutamente banal, prescindible.

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