miércoles, 18 de septiembre de 2013

Hijos del Tercer Reich.

La versión alemana de la Segunda Guerra Mundial.

Hollywood, a lo largo de su historia, ha dedicado incontables horas para tratar el tema de la Segunda Guerra Mundial. Películas como El Gran Dictador, Patton, Casablanca o Salvar al Soldado Ryan y series más recientes como Hermanos de Sangre o ThePacific han tratado este tema, pero el punto de vista alemán no ha sido tan explorado (sin contar con las películas de propaganda que realizaba Goebbels, el ministro de propaganda nazi).

Y por fin, este mismo año, nos llega esta miniserie llamada UnsereMütter, unsereVätter (la traducción literal sería Misma madre, mismo padre) en la que cinco amigos de la infancia se despiden antes de la invasión alemana sobre Rusia. Dos hermanos (Wilhelm y Friedhelm) que van a luchar, una enfermera (Charly) que se alista para estar cerca de uno de ellos y ser otra heroína más, un judío (Viktor) que no es consciente de la que se le viene encima y su novia (Charlotte) que quiere ser la nueva Marlene Dietrich. Una foto que marcará su despedida y una promesa, la de reunirse de nuevo tres meses después para celebrar la Navidad.


Porque los alemanes, que cuando empezaron la invasión eran tratados como libertadores que acabarían con el comunismo, pensaban que la guerra acabaría en tres meses como máximo. Y bueno, el resto es historia. 
Historia que, como todas, tiene varias versiones, y al fin conocemos de una manera más extensa la versión alemana (aunque no tanto porque se trata de una miniserie de tres episodios, cuatro horas y media de metraje). Una versión tachada de hipócrita, que no ha sido bien acogida por crítica en países directamente relacionados con el tema como Polonia o Rusia, pero que ha sido vista por millones de espectadores.

Merece la pena ser vista, ya que visualmente, la dirección artística es estupenda, y la actuación es realmente memorable.
Sinceramente, creo que esta producción es la forma alemana de pedir perdón, cuidando mucho los aspectos que puedan hacer más daño, y no obviando en ningún momento la culpabilidad de sus acciones.


Francisco M. Pérez


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