Cómo temer al ser humano por medio de la evolución tecnológica.
No es un secreto que la calidad que desprende la mayoría de las
series de televisión hoy día supera el 95% de películas que podemos encontrar
en cartelera. Y entre todos los dioses del entretenimiento audiovisual, siempre
han destacado (y lo siguen haciendo) los británicos.
Por ello, en mi primer post sobre series hablaré de una joya llamada Black Mirror. Dos
temporadas de tres episodios autoconclusivos cada una que introducen al
espectador en distintas sociedades futuras con algo en común: la tecnología se
ha apoderado de nosotros y nos ha quitado la parte que nos hace especiales, la parte
humana.
En estos seis capítulos podréis disfrutar de perfectos guiones que sorprenden en cada punto de giro y unos personajes que nos conducen por
historias maravillosas. Personalmente opino que la guinda la pone el segundo episodio de la
segunda temporada, en el que una mujer despierta sin recordar quién es y
descubre que está siendo perseguida por unos encapuchados. Sus gritos de
desesperación pidiendo ayuda son escuchados por personas que, en lugar de
actuar, lo recogen todo en sus móviles y tablets.
Aunque sí es verdad que existe un capítulo algo más flojo que el
resto, la sensación final que deja la serie es tremendamente positiva. Black Mirror es una de
esas series que merece la pena guardar en la estantería si no fuera por la
patética versión en DVD que existe en el mercado de la primera temporada (la
única disponible a la venta), donde sólo están incluidos dos de tres episodios.
En definitiva, cada vez que vayas a una cafetería y, encuentres
un grupo de personas reunidas, cada una mirando a su móvil, recuerda: No está
tan lejos como parece. Porque si da miedo en lo que se ha convertido el ser
humano, puede ser peor si seguimos por este trazado.
Francisco M. Pérez.
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