The Leftovers

Pongamos que, un buen día, sin venir a cuento, sin explicación y sin importar donde estuviesen o qué anduviesen haciendo, el 2% de la población mundial desaparece. Ya no están ahí. Han ido a otra parte. Pero el otro 98% se ha quedado aquí. 

La serie no trata de explicarnos qué ha pasado, ni el por qué. De hecho, Damon Lindelof, en su primer proyecto televisivo desde Lost, ha dicho que la serie en ningún momento va a esclarecer los hechos del “rapto”. Lo que la serie trata es de los que se han quedado. O de los que han dejado ahí. La vida de todos han cambiado, pero es el pequeño pueblo de Mapleton el elegido como perfecto microclima donde se desarrollan los hechos, que empiezan el día del tercer aniversario del suceso que marca las vidas de todos.

Lo que nos encontramos es un grupo de personas que no nos van a caer bien. Prácticamente no hay nadie que se salve. El cura del pueblo va investigando el pasado sucio de “los llevados” para poder afirmar con seguridad que no fueron al cielo. Los remanentes, una secta que ha hecho voto de silencio, y que solo viste de blanco y fuma, que no quiere dejar que nadie olvide lo sucedido. Otra secta, mucho más oscura, liderada por un hombre que está “preparándose para algo grande”. El protagonista, el sheriff del pueblo, sospecha que se está volviendo loco, como su padre, antiguo sheriff y ahora recluido en un manicomio y pierde el contacto con su mujer, que se afilió a los remanentes; con su hijo, que se metió en la otra secta; y con su hija, adolescente insoportable que intenta llenar el vacío haciendo imbecilidades. Todos odian el mundo en el que están, y se odian a sí mismos por no saber por qué están ahí. ¿Por qué no se los han llevado? ¿Por qué los han dejado ahí?


 
La serie es de desarrollo lento, pausado, que nos obliga a observar con mucha paciencia las reacciones de los personajes a su entorno, sus movimientos, porque nada de lo que hacen sigue el curso normal de las cosas, porque el curso normal de las cosas ha cambiado. El hilo conductor de la trama es el silencio. El silencio que ha quedado después del suceso. No se dice nada porque no hay nada que decir, todos siguen pensando en el hecho, pero no pueden decir nada de él. Es una serie dura, sufres con todos los personajes, porque busca que empatices con ellos, con el dolor que sienten, como la que ha perdido a su marido y a sus dos hijos. El impacto emocional que te produce al verla es enorme.

Sin embargo, es una serie que no pretende gustar. No quiere que las masas la sigan, sino calar hondo en los que lo hagan. Si esperas solucionar el misterio, olvídate. No es una serie de misterio, es un drama, un drama muy crudo, y al verla sabes que lo vas a pasar mal. Pura poesía. 

Interpretativamente, Justin Theroux, conocido por co-protagonizar Mullholand Drive, o por escribir el guión de Tropic Thunder, se sale. Pese a tener que expresar un abanico de emociones tan amplio, no le falta ni una mueca, ni un gesto, pero tampoco le sobra. Lo hace de manera sobra, contenida, haciendo creíble el sufrimiento de un hombre que no sabe qué hacer en ningún momento.

Para algunos, la mejor serie de la temporada. Para otros, un pestiño pseudo-filosófico infumable. Y es que, admitámoslo, esta serie no deja indiferente a nadie. O te encanta, o la vas a odiar. Pero de algo no hay duda. Es buena, es muy buena.

Nota: 9 sobre 10

Carlos Nieto López