lunes, 24 de febrero de 2014

La Gran Belleza

2013, Italia.
Paolo Sorrentino.

El arte de la poesía visual y el trágico sentimiento de la existencia.


En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella, un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, asiste a este desfile de personajes poderosos pero insustanciales, huecos y deprimentes.

Alejada de lo convencional y perturbadora en ocasiones. Una película que alaga a la ciudad eterna en un contexto de vida intelectual y lujosa. El protagonista invita a pasear por las calles de Roma y hacernos espectadores de de las costumbres y pensamientos de una clase social muy delimitada. El peligro de esta película reside en convertir lo intelectual en pedante y lo costumbrista en abrumadoras escenas innecesarias. 

Cierto es, sin embargo, que el subtexto escondido entre el hábil guión y el mensaje final suman en fuerza y calidad. El protagonista lleva de forma excelente un peso esencial en la trama que ayuda al espectador a desenmascarar poco a poco la superficialidad de la humanidad con una elegancia digna de la pieza y un humor que asoma sutil y certero. 

El título no se aleja de la realidad fílmica, pues los planos, la luz y los colores de las imágenes están llenos de belleza. Un regalo para la retina que incita a desconectar para dejarse llevar por los parajes que tan sensiblemente muestran. 

La Gran Belleza es una de esas obras que provocan amor u odio y nunca un punto intermedio. Pues el estilo es tan hipnóticamente particular que consigue hechizar tan sólo quienes estén receptivos a recibir una lección de vida a través del transurso del tiempo sin más acción que el poder de la palabra.  

Alba Guillén.

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