miércoles, 3 de diciembre de 2014

Trash. Ladrones de esperanza

Dos niños de las favelas de Río de Janeiro encuentran una cartera en el vertedero donde buscan a diario, pero no se imaginan que este descubrimiento podría cambiar sus vidas. Cuando la policía local aparece para ofrecerles una generosa recompensa por la cartera, los dos chicos comprenden que han encontrado algo importante. Deciden recurrir a su amigo Rata y los tres se lanzan a una extraordinaria aventura para intentar quedarse con la cartera y descubrir el secreto que esconde.

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El director de grandes títulos como El Lector, Las horas y Billy Elliot regresa a la gran pantalla con un ameno film que sospechosamente recuerda a Slumdog Millionaire, pero sin esa chispa que la caracteriza. El tema es atrevido y es tratado de forma desenfadada para enmascarar así el contenido dramático del trasfondo. No obstante, la sensación de que podría haber sido más de lo que es resulta innegable: se queda en una mera anécdota, sin llegar a la profundidad que se merece, dejando un extraño sabor de boca.

Claramente estudiado para agradar a un público amplio, la música, los colores y el montaje, así como la vitalidad de los jóvenes protagonistas, son elementos que dan frescura al producto y entretienen hasta el final sin puntos decadentes. Sin embargo, está todo tan planificado al milímetro que pierde la espontaneidad con la que arranca. Tanto es así, que fácil es anticiparse a esta estructura académica e intuir el final. 




Otro factor negativo son los mismo personajes, arquetipos en más de una ocasión. Además, actores de la altura de Rooney Mara y Martín Sheen quedan totalmente desaprovechados a la sobra de unos protagonistas vírgenes que saben salir del paso con buena nota.

Recomendable para espectadores sin grandes expectativas con el único objetivo del entretenimiento y que quieran conocer una triste realidad de puntillas. Éstas son las consecuencias de las exigencias de un público que espera más de un director con renombre.

Alba Guillén

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