Prisioneros es uno de esos thrillers que ya por el género en sí carece de una originalidad absoluta (con sus pinceladas extra-americanas) pero aporta una nueva perspectiva que juega con la psicología del ser humano hasta puntos que son cuanto menos interesantes y con una carga emocional y dramática impactantes.
Keller Dover se enfrenta a la peor pesadilla de un padre. Anna, su hija de seis años, ha desaparecido con su amiga Joy y, a medida que pasa el tiempo, el pánico lo va dominando. Desesperado, decide ocuparse personalmente del asunto. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar para averiguar el paradero de su hija?
La trama de Prisioneros pone al protagonista en el estado más extremo de su vida hasta provocar que saque a la luz su parte más animal. La lucha entre la moral y la venganza se mantiene en todo el film dejando una sensación de tensión que no cojea ni por un momento. Prisioneros consigue hacernos dudar, posicionarnos y adentrarnos tanto en la historia que hasta se nos crea un dilema existencial llegado a un estado de empatía absoluta. ¿Quién es el bueno y quién está equivocado? ¿Hasta que punto nos arrastraría la desesperación?
Como suele pasar en casos similares, la película sensibiliza por el simple hecho de ser real, no la historia en sí, sino los sucesos. Entrelaza la trama de la policía y la del padre que ha sufrido la pérdida de forma paralela al mismo tiempo que muestra cómo se cruzan sus caminos para convertirlos en compañeros y rivales a la vez ante la misma causa. Toda esta atmosfera es posible en parte gracias a la gran actuación de Hugh Jackman que una vez más lleva el peso dramático de la historia.
Otra cosa en común con otros thrillers es la insatisfacción que aporta la explicación de todo el enredado. No obstante, Prisioneros vale la pena por su desarrollo que contiene buenos diálogos e imágenes tan duras como impactantes.
Alba Guillén
0 comentarios:
Publicar un comentario