martes, 8 de octubre de 2013

Broadchurch

En los años noventa llegó a las televisiones de todo el mundo una serie que versaba sobre un asesinato en un pueblo americano. Twin Peaks puede que sea, junto con Lost, la serie más comentada de la historia, habiendo convertido en coletilla la pregunta “¿Quién mató a Laura Palmer?”. Ahora, más de veinte años después, nos llega de la mano de la británica ITV una serie que, salvando las distancias, se asemeja a su predecesora en cuanto a la trama principal (pero no olvidemos que Broadchurch no es David Lynch).

En una playa junto a un acantilado en Broadchurch, un pequeño pueblo de Reino Unido, Danny Latimer, un niño de once años, aparece muerto. El caso es asignado al Inspector Alec Hardy (ojito con David Tennant, para muchos el único y verdadero Doctor de la serie Doctor Who), que investiga desde un punto de vista más alejado de la acción, ya que no es habitante de esta pequeña población. A su vez, colabora con la detective Ellie Miller, que sí es oriunda del lugar y amiga personal de la familia Latimer. 

La serie discurre en un lapso de 55 días en los que vemos cómo un pueblo pequeño puede llegar a concentrarse alrededor de un asesinato. Cortinas que se abren al pasar la familia del niño, periodistas de periódicos locales que, durante unos días, dan un salto a primera plana, sacerdotes que callan más de lo que hablan y secretos, muchos secretos.

Pero esta serie tiene un fallo garrafal, de esos que arruina una historia magnífica. ¿Nadie le ha dicho a Chris Chibnal, el creador, que para desviar la atención de un personaje como el asesino, se le tiene que crear una trama totalmente diferente? Es algo de manual, de primer curso de guión. Si no fuera por este detalle, la serie sería de sobresaliente, pero por este pequeño aspecto, para un servidor cae en picado y no llega a notable. Porque, señores escritores, a nadie le gusta saber quién es el asesino en el episodio uno.


Francisco M. Pérez.

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