Transparent

Con 68 años, Mort tiene algo que contar a sus hijos. Algo que le pasa, algo que lleva callándose mucho tiempo, pero duda. ¿Cómo reaccionarán sus hijos ante la chocante noticia que van a recibir? ¿Está siendo egoísta por pensar solo en él y no en cómo la noticia afectará de lleno en la vida de la gente que le rodea? La noticia en cuestión es que ya no se llama Mort, se llama Maura. Se siente mujer, es una mujer.
Con unos hijos que, pese a su edad, son unos inmaduros emocionales, todo puede resultar o más fácil o más complicado. Eso se escenifica cuando se lo revela a Ali, la menor. Ella está tan puesta de éxtasis que le encanta su nuevo padre/madre, al que bautiza como “mapá”, pero cuando se le pasa el cuelgue se da cuenta que todo era real y no quiere ni salir de casa. La que mejor lo lleva es la mayor, Sarah, pero no sabemos si eso se debe a que le parezca bien o que necesite esa circunstancia como acicate para atreverse a salir del armario, dejar a su marido y volver con una novia de la universidad con la que “experimentó”. De todos ellos, Josh, con claros conflictos emocionales y unos aparentes conflictos maternales que le llevan a tirarse a todo lo que se mueve y a haber mantenido una relación con su niñera cuando tenía 15 años.

Las preguntas que se nos vienen a la cabeza son si Mort/Maura es egoísta por pensar solo en él, o lo son sus hijos por pensar en cómo les afecta a ellos. Pequeños conflictos cotidianos como si debería entrar en el servicio de hombres o de mujeres o saber si sus hijos están bien con él. Ellos, casi sin saberlo, empiezan a aprovecharse del complejo de culpa de su padre para intentar sacar cosas de él. A través de flashbacks, vamos viendo como Maura estuvo siempre ahí, dentro de Mort, y que ese negarse a sí misma le ha causado mucho dolor. También está su exmujer, más preocupada de que no se piense mal de ella en la sinagoga que buscar a su marido Ed, que tiene afasia y se ha perdido. La afasia de Ed nos sirve para comparar la incomprensión que él tiene de las palabras o el mundo que le rodea con la que tienen los hijos de Maura de lo que está pasando. Porque no es algo que debas comprender, es algo que debes aceptar.

Todo está tratado con mucha ternura. La creadora Jill Soloway huye de locazas y purpurina, reniega de Priscilla reina del desierto para ofrecernos pequeñas visiones de lo cotidiano. Maura no tiene grandes gestos, ni maneras, ni dejes, simplemente es una mujer normal. En ese sentido, Jeffrey Tambor está genial, hace su personaje con mucha sobriedad, se aleja del histrionismo en el que otro actor podría haber caído interpretando un papel con tantos matices, que se convierte en el de su vida (mucho decir para uno de los protagonistas de Arrested Development).

No es una comedia al uso, no es hilarante, no te vas a reír a carcajadas. Es una dramedia tierna, que trata una situación muy difícil para cualquier persona con mucho cariño, sutileza, simpatía y optimismo. Al mal tiempo, buena cara. Despierta mucha sensación de ternura en el espectador.

Si Amazon sigue haciendo series como está, competirá con la HBO. De lo mejorcito en mucho tiempo.

Carlos Nieto López