lunes, 16 de junio de 2014

No hay dos sin tres

2014, Estados Unidos.
Nick Cassavetes. 

Tras enterarse de que el hombre con quien sale (Coster-Waldau) está casado, una mujer (Cameron Díaz) descubre además que tiene mucho en común con su esposa (Leslie Mann), por lo que ambas deciden vengarse de él y sus infidelidades. Contarán también con la ayuda de su actual amante.




Lo que prometía ser un punto de inflexión en el género de la comedia- o eso anunciaban- ha resultado ser un total fraude. No hay dos sin tres se retroalimenta de un humor que resulta un refrito de centenares de películas predecesoras y que a duras penas arranca un par de débiles carcajadas. Además, lo que se suponía que debía ser original cae en todos los tópicos posibles pese al maquillaje externo que le pretenden otorgar. Un ejemplo más de comedia tonta que ni cuenta ni aporta nada.

El explosivo elenco de rubias son ya joyas desgastadas. Cameron Díaz reaparece con una torpe interpretación acompañada de dos actrices más que se pasean por pantalla pretendiendo implantar un falso glamour.

Es difícil hallar el fallo de la película ya que el fallo es la propia creación de la misma. Está mal planteada de principio a fin y a mitad de la película se hace demasiado duro seguir hacia delante con el visionado. 

Dicen que es difícil crear un drama, pero más difícil resulta crear una buena comedia. La tendencia que hay hoy en día de recurrir al gag tonto y de pensar que una comedia se nutre de chistes fáciles que se van construyendo sin premeditación y estructura previa es sin duda un groso error. Toda película debe construirse de una buena planificación y claro está que no es el caso. así es el resultado.




Alba Guillén.

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